
Para que la vergüenza se experimente como algo que ayuda a crecer dentro de la cultura, debe ser sentida como propia, es decir que el niño por sí mismo se dé cuenta de los errores cometidos. Pero cuando los adultos equivocamos nuestras fórmulas educativas, y nos convertimos en instrumento que daña y humilla al niño haciéndole sentir vergüenza, entonces este sentimiento será vivido por el menor, como una ofensa, produciendo alteraciones en su psiquismo, convirtiéndose en el futuro en una persona inhibida y sin brillo propio.
Humillar y avergonzar al niño podrá generarle: incapacidad para tener éxito, pobreza en el rendimiento escolar, sentimiento de minusvalía, necesidad de ser manejado por su pareja, tristeza constante, drogadicción, violencia, etc. Ayude a su hijo, NO LE HAGA SENTIR VERGÜENZA.
Fuente: Diario Trome (Fernando Maestre)