A comienzos del siglo pasado Sigmund Freud definió como trauma psíquico al efecto doloroso y crítico que generaba sobre un niño una experiencia sexual cualquiera. Podía ser lo que el niño vio, lo que le dijeron o si lo tocaron.Hoy en día las cosas han cambiado mucho. Encontramos pacientes que padecen de traumas psíquicos en los cuales ni por asomo aparece el recuerdo de un problema sexual. Esto llevó a los psicoanalistas modernos a entender el trauma psíquico no solo como una experiencia vivida, sino también como una cuestión sexual fantaseada, imaginada, aunque nunca vivida. Por ejemplo, si un niño en una noche oye ruidos en el cuarto de sus padres y él se imagina que el padre está maltratando o matando a la madre, eso se puede volver un fantasma en su vida y siendo tomado como realidad. En ese momento el imaginario se volvió trauma.
Podrá suceder entonces que a partir de ese momento el niño rechazará al padre, que no lo amará o incluso llegará a ponerse del lado de la madre para abogar que ella se divorcie de él.
Los traumas pueden evitarse en los pequeños siempre y cuando la familia entera colabore brindándole al niño la orientación y la precisa concepción de la vida para que su tierna mente pueda reconocer pronto aquello que es realidad de lo que es fantasía.
Fuente: Diario Trome (Fernando Maestre)
